Tuve, como resultado de ello, pĆ”nico a la alturas. Me parecĆa ridĆculo que por andar queriendo imitar a los pĆ”jaros acabara yo destrozado, entre rocas, rodeado de lo desconocido, en cualquier montaƱa y siendo buscados mis restos, mi carnet, mis calzoncillos de ositos por una cuadrilla para que quedara constancia inĆŗtil de mĆ paso fugaz por la vida. Se me quitĆ³ con el paso del tiempo.
Luego, uno se da cuenta de la inevitabilidad que acompaƱa a la muerte y la va aceptando poco a poco, la va haciendo una amiga incĆ³moda que se sabe que ronda silenciosa llevĆ”ndose a amigos, conocidos, celebridades y hasta enemigos a los que al final, hasta te da un poco de tristeza que se vayan, como si con sus cuerpos se fueran tambiĆ©n los agravios cometidos; y conforme ronda va estrechando el cĆrculo y la distancia.
Pero creces y lo vas entendiendo, pero nunca aceptando. Somos los Ćŗnicos animales que tenemos miedo a morir sin que el peligro estĆ© presente. Los Ćŗnicos que tenemos conciencia de su existencia y su ferocidad. Algunos se consuelan pensando en la reencarnaciĆ³n, en la ida al cielo (a los diversos cielos), o incluso al paraĆso donde le esperan 70 vĆrgenes (y en algĆŗn momento pensĆ© en volverme musulmĆ”n nomĆ”s por eso, pero luego me arrepentĆ ante la posibilidad de que sĆ³lo se quisieran entre ellas, en todo su derecho y tĆŗ te quedaras con un golpe en la nariz). Pero los que no creemos en nada tenemos como Ćŗnico consuelo el saber que tenemos el āahora mismoā para reĆr, amar, comer, disfrutar, conocer, escribir, y a Ć©l le dedicamos nuestro esfuerzo.
Como dije al principio, ya no le temo a la muerte, le temo mucho mĆ”s al olvido. Y cuando digo olvido, no me refiero a ser olvidado y en cambio sĆ, a olvidar. Una de las peores, mĆ”s crueles, terribles y dramĆ”ticas enfermedades que existen es el Alzheimer. Ese monstruo que se mete en la cabeza y hace que desconozcas incluso a tu madre, a tus hermanos, a tu pareja a la que tanto amas, no quiero ser trĆ”gico, es viernes y el sol estĆ” entrando amablemente por mi ventana, tengo un jugo de piƱa a mi lado y dentro de un rato (en cuanto anochezca) espero la sonrisa y la eterna mano que me guĆa, y sĆ© que pasaremos juntos una gran noche junto a ella.
SĆ³lo escribĆ estas lĆneas para pedirle a todos mis amigos y lectores que sĆ sucede, no me dejen olvidar nunca, que me recuerden tercamente que creo en lo que creo, Que me gusta el mar y caminar en la arena, la musica, el queso y la leche achocolatada, el beso de la persona que me derrite el corazĆ³n, los amaneceres, las estrellas, las discusiones inteligentes, ver una en la cama.
Que me gusta cocinar, escribir por las maƱanas y en las noches, ver a los pajaritos que visitan el jardĆn de enfrente a mi hogar, que me encanta viajar sobre todo si lo hago con la persona a quien mas quiero, Que amo mis libros y sin embargo, puedo deshacerme de cualquiera de ellos sĆ alguien mĆ”s lo necesita. Que nunca fui de derecha, que creo en la justicia, la igualdad, la solidaridad, el libre albedrĆo, que siempre he visto a las mujeres como iguales, que creo que cada quien puede decidir libremente sobre su cuerpo, su preferencia sexual, su ideologĆa. Que jamĆ”s he sido racista ni he visto a nadie por encima por su condiciĆ³n social. Que respeto profundamente a los que no piensan como yo (pero recuĆ©rdenme tambiĆ©n por favor que me encanta hacerlos rabiar). Que no creo en ninguna iglesia, y sĆ en la ciencia.
Y como la lista de lo que me tendrĆan que recordar serĆa interminable, aquĆ lo dejo, ustedes saben bien quĆ© hay que recordarme, lo he escrito casi todo. Tal vez, sĆ es necesario recordarme una sola cosa, que ahora que lo he perdido todo y me pueda ir de este mundo. recuĆ©rdenme por favor, que me encanta la vida, AhĆ les encargo...
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