Del Deseo, La Realidad y La Frustración

Posted by USO DE LA CONCIENCIA On domingo, 14 de diciembre de 2014 0 comentarios

La gran mayoría de las veces, deseamos cosas inalcanzables, de tal manera que terminan por frustrarnos y es que esa proyección de nuestros deseos y sentimientos están ligados a nuestro búsqueda implacable de nuestra felicidad, de nuestros anhelos de bienestar emocional y en este plano nos vemos como la realidad es dinámica, que varía de acuerdo a cuantas experiencia vamos introduciendo para moldearla a su interés. Desde esta forma de ver el mundo, la realidad se identifica con la naturaleza tal como el género humano la conoce, incluyendo las modificaciones que, sobre la misma, su iniciativa creadora proyecta.


Como el ser humano posee un olfato creativo (o mas bien mas bien podríamos decir inventiva) con la que reformula continuamente su espacio existencial a modo de lo que desee, pero entre esa creatividad que formaliza el deseo y lo que realmente percibe como la realidad existe la diferencia de la ilusión y la verdad; cuando no se muestran como dos posiciones diferenciadas, puede distorsionar el conocimiento, confundiendo lo que la realidad es con el deseo de lo que sea realidad.

Los deseos configuran a través de lo creativo e imaginativo lo que queremos que sea el mundo en forma intelectual y afectiva en las persona, pero debemos tomarlos como lo que son: proyectos de realidad. Sólo en la medida que se lleva a la práctica la creatividad adquiere el grado de existente. Conocer la identidad de los deseos como deseos ayuda a sostener una personalidad equilibrada. Confundir los deseos con la realidad conduce a crear una personalidad idealizadora (un tanto desequilibrada), la que favorecerá la perturbación de las relaciones sociales (afectando a los cercanos), ya que el punto de partida de lo que se discute no se entiende en lo que es, sino en lo que se desea que sea.

Centrándonos en este punto, una gran parte de las depresiones que padecen de las persona, procede de una desafección personal, por la se pierde la estima que se deberían a sí mismo, de modo que, no queriéndose como son, se genera un autorrechazo, por el que alguien pierde el gusto por las cosas en las que anteriormente encontraba satisfacción, esto, puesto que les cae de golpe la realidad vivida, frente a la realidad deseada. 

Del mismo modo que se puede perder la aficción a las cosas y puede decaer el afecto que se tiene a otras personas, y así se abandonan hábitos y se desvinculan relaciones, cuando uno pierde la estima propia, se debilita la regulación de la mente sobre las conexiones orgánicas internas por la falta de interés en realizarse. Este descontrol puede manifestarse en el orden de la alimentación, del trabajo, del ocio, del sueño, etc. Manifestaciones que se exteriorizan muy posteriormente a cuando la sicología personal lleva tiempo afectada.

Muy posiblemente en el juicio ajeno, que mide más objetivamente los aciertos y fracasos, esas personas tienen mucho reconocimiento, porque sus errores son muy pequeños respecto a los éxitos, pero quien posea una conciencia perfeccionista la poseerá orientada de tal modo que sólo evaluará lo que resta para la perfección, por lo que permanentemente vivirá en el desconsuelo del objetivo inalcanzado.

Mejorar debe ser un objetivo de toda persona, y para ello se recurre a pararse a meditar sobre los propios actos, así, cuanto más se desarrolla la mente más preparada está para obrar mejor, pero también para conocer lo que aún puede perfeccionar, aunque esto no debe oscurecer aquello, porque provocaría retroceder en vez de avanzar. Quererse con defectos no supone querer los defectos, que es lo que parece daña la conciencia del perfeccionista, que considera cómo sus deficiencias forman parte de su ser, cuando los defectos constituyen lo que aún no se ha logrado ser. 

El quererse forma parte de esa higiene mental que se debe fomentar, porque ayuda mucho a la estabilidad emocional, pues es difícil amar a los demás sin la experiencia de amarse a sí mismo. ¿Cómo alguien va a comprender y disculpar los errores ajenos si no ha experimentado perdonarse a sí mismo? La desafección personal es el inicio del oscurantismo y la intolerancia, y estas consecuencias muchas veces son el indicio de la necesidad de detenerse a meditar sobre la estabilidad de la propia mente.

Hoy en día, ya se ha demostrado que el tener un alto coeficiente intelectual o el ser un experto en determinada materia, no es ninguna garantía de éxito profesional ni de una vida feliz; Esta sociedad en la que vivimos, cada vez valora más a aquellas personas que se conocen a sí mismas, que tienen autocontrol, que son equilibradas emocionalmente o que demuestran empatía.

Por este motivo, debemos ir sentando las bases y dedicar nuestro esfuerzo a educar el corazón y los sentimientos. Es primeramente en la familia donde se le presentan a los hijos las virtudes que se quieren transmitir, tales como: el orden, el trabajo, la fortaleza, la sinceridad, la generosidad, etc... pero un importante ámbito, donde se pondrá en práctica aquello aprendido, será el de las relaciones sociales, en lo deseable y lo real, en el amor propio y al resto, en la generosidad y la comprensión.

No debemos olvidar, que no estamos solos y que los problemas emocionales son parte fundamental del desarrollo individual y que como individuos debemos superarlos, puesto a pertenecemos y nos valemos por nuestros amados, a vuestra ayuda y a la que brindamos, a nuestro mundo, solo la aceptación de la realidad y el control de nuestros deseos, irán despertando el afán de ser amigos de todos, empezaran las ganas de ser buenos compañeros, de entregar respeto y cuidado por todo los que nos rodea, nacerá la preocupación por los demás y el deseo de ayudar. 













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