Para saber si seguimos anclados en el victimismo o, por el
contrario, estamos entrenando el músculo de la responsabilidad,
basta con verificar cómo estamos mirando e interpretando nuestras
circunstancias: como "problemas" o como "oportunidades".
El hecho de que percibamos la realidad de una manera u otra es
determinante para comprender por qué nuestras vidas son como son, y
por qué a nivel emocional estamos obteniendo unos determinados
resultados.
Frente a esta dicotomía, es interesante señalar que un problema
es cualquier cosa, situación o persona que provoca que nos
perturbemos a nosotros mismos. Empecemos con un caso sencillo y
cotidiano: imaginemos que tenemos un amigo muy impuntual, que suele
llegar 15 minutos tarde cada vez que quedamos con él. Como cualquier
otra acción, la impuntualidad no es buena ni mala; eso sí, tiene
consecuencias. De ahí que estos juicios morales dependan de nuestra
forma de verla e interpretarla. En función de qué opinión tengamos
acerca de la impuntualidad -y de cómo esta nos haga sentir- puede
que consideremos este hecho como un problema.
Curiosamente, hay quienes ven esta situación con otros ojos y no
se molestan ni se enfadan cuando esta persona se retrasa nuevamente.
Aceptan y respetan la conducta de su amigo. El verdadero problema
jamás se encuentra en nuestras circunstancias, sino en nuestra
mente. La raíz de nuestras perturbaciones reside en nuestros
pensamientos. Y estos, en nuestras creencias limitadoras y erróneas
de cómo deberían ser las cosas
Cada vez que nos topemos con un problema, podemos empezar a verlo
como lo que en realidad es: una oportunidad de aprendizaje. Lo cierto
es que este enfoque más constructivo nos permite cuestionar las
limitaciones internas que nos llevan a interpretar lo que sucede de
forma subjetiva y egocéntrica. Así, la próxima vez que nuestro
amigo llegue tarde a su cita -por seguir con este ejemplo- podemos
recordarnos que no es su acción, sino nuestra propia manera de
interpretarla, la causa de nuestro malestar.
Así es como tarde o temprano verificamos que en realidad no hay
problemas. Sin embargo, lo que sí existen son los procesos. Es
decir, que todo lo que forma parte de la vida -incluyéndonos a
nosotros mismos- está en su propio proceso de desarrollo y
evolución. El problema simplemente lo creamos en nuestra
mente cuando luchamos y entramos en conflicto con personas y
situaciones con las que no estamos de acuerdo. En este sentido, el
hecho de que nos perturbe que nuestro amigo sea impuntual es nuestro
problema.
Además, esta revelación nos hará comprender que no se trata de
cambiar lo externo (el hecho), sino de modificar lo interno. Es
decir, nuestra actitud frente al hecho. En vez de criticar duramente
a nuestro amigo para que haga lo que nosotros consideramos correcto,
para que haga lo que nosotros creemos que debe hacer,
podemos simplemente aprovechar esta situación para aprender a
cultivar nuestra felicidad (por medio de la responsabilidad), a
preservar nuestra paz interior (por medio de la aceptación) y a dar
lo mejor de nosotros mismos por medio del servicio. Si lo hacemos,
seguramente seremos más felices y no nos haremos mala sangre por la
acción del otro.
Si partimos de la premisa de que tiene derecho a llegar tarde -lo
cual no quiere decir que nos guste que lo haga, que estemos de
acuerdo ni que lo apoyemos-, lo más eficaz es tomar una actitud
respetuosa. Y sin necesidad de perturbarnos, hacer uso de la
imaginación y la creatividad para cosechar otro tipo de resultados a
nivel emocional. En primer lugar, somos libres para decidir no volver
a quedar con él, del mismo modo que él es libre para seguir
llegando tarde. En el caso de que optemos por mantener el vínculo,
podemos quedar con él 15 minutos antes de lo previsto, de manera que
a pesar de retrasarse llegue a la hora. Él seguirá actuando como
siempre, y nosotros habremos resuelto un problema que nos afectaba.
1 comentarios:
excelente articulo , muy completo sobre la autosuperacion
Publicar un comentario