POR MARTINA PAILLACAR MUTIZABAL
En el patio “Las camelias” de La moneda, en estos momentos, se desarrolla una ceremonia donde Piñera firmará el proyecto de ley para iniciar así la ayer anunciada gran reforma de la educación chilena. Esta reforma, adelantada el día de ayer por cadena nacional, consta de una serie de medidas que “pretende asegurar una educación de calidad para todos nuestros niños y jóvenes” Son buenas las intenciones del gobierno, (supuestamente), aún así y citando a Blake: “el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones”.
“Queremos una sociedad de oportunidades y seguridades para todos, en que el mérito pese más que la calidad de la cuna, y en que todos podamos desarrollar en plenitud los talentos que Dios nos dio” expresó el susodicho el día de ayer. Gracias a dios, hay ateos en esta viña del señor o en último caso agnósticos que no creen en las palabras de un ladrón estafador que pretende “una sociedad de oportunidades y seguridades para todos” cuando éste tiene casi un tercio de la riqueza del país acumulada en su cuenta bancaria, cuando éste a través de sus políticas fascistas, niega desde su mismo nacimiento a todo aquel que ha nacido pobre.
Algunos puntos de la “revolucionaria reforma” que más pinta tiene de involución republicana, son becas para estudiantes de Pedagogía, mayor evaluación docente, mayor autonomía para los directores de colegios e información sobre rendimiento escolar para los padres…todos dudosos puntos, aún así el que pretende la presente columna analizar es el aumento de 800 horas de lenguaje y matemática, además de incluir 80 horas de inglés para todos los estudiantes de quinto y sexto básico. Esto significa, la reducción de las horas de historia y ciencias sociales a 2 horas a la semana.
Dos horas, 120 minutos 7200 segundos para conocer Nuestra historia, nuestra memoria, nuestro pasado, contextualizar el presente, meditar sobre el futuro, criticar a nuestros héroes y construir razonamiento, en fin de cuentas, ser y hacer Historia.
Un pueblo sin historia es un pueblo sin memoria, dicen por ahí. Y ante esto hay dos posibles interpretaciones: o los caballeros no lo saben, o lo tienen por otra parte, muy claro, y de ahí la urgencia de reducir en la medida que sea posible, todo lugar naciente de crítica y de construcción de memoria.
Por otra parte, el aumento de las horas de inglés me hace necesariamente reflexionar sobre el imperialismo yankee y su dominio inminente (y sus reiteradas militarizaciones en “tierras latinas”), aunque suene a comunista trasnochado. ¿Qué será esta necesidad de agringarlo todo? ¿ será que así debemos ser como sociedad porque así otros lo eligieron por nosotros? Por otra parte, dicen por ahí que el idioma del futuro será el chino mandarín, muchos ya lo están asimilando y adoptando como idioma necesario a estudiar, nosotros seguimos aprendiendo a idolatrar, en la medida que sea posible, a ese capitalismo con cara de coca-cola, de Panasonic, de mcdonald y cuantos otros … Como sea…la política aquí es valorar lo europeo, yankeelandia, “el primer mundo” y despreciar y olvidar nuestras raíces.
Antes de aprender otros idiomas, deberíamos, a mi parecer, re-conocer nuestro entorno, nuestra cultura, nuestro pasado, para así recién poder comprender nuestro presente.
La historia es el entender el “por qué” de las cosas. Y uno de mis grandes preguntas es el por qué de este aweonamiento masivo que nos impide escupirles en la cara cuando nos imponen reformas de mierda a través de políticas y políticos de mierda.
0 comentarios:
Publicar un comentario