Por Paul Walder
Las corrientes de opinión se expresan ya modeladas y canalizadas, y a su vez se refuerzan y consolidan. La máquina mediática de amplificación y reiteración consigue colocar en la agenda una información y levantarla cual evento nacional.

Es lo provinciano en su peor expresión. Porque es la ignorancia manipulada y conducida. Hoy es el gobierno argentino, personalizado en la presidenta Cristina Fernández, otro día es Hugo Chávez. Hace unas décadas era el comunismo internacional, y en una ocasión fue hasta una bengala brasileña. Los medios chilenos, tal como oímos durante más de una década, están para mostrar la verdad. Pero su versión de la realidad, el lugar de los intereses del poder.
No es éste el único caso de sesgo informativo. La cobertura al conflicto chileno-mapuche o el denominado “caso bombas” tienen la misma inspiración y efectos: una sola versión, una realidad polarizada, un mundo reducido e infantilizado entre los buenos y malos. La estructura de la telenovela, del reality o del seudo reportaje se reproduce también en la prensa diaria.
Este es el poder de la prensa en su peor dimensión: la concentración y la colusión. Un poder que forma y deforma, que exhibe y oculta. Un poder ubicuo que modela las ideas al antojo de los más profundos y ocultos intereses. Al otro lado de la máquina, está el espectador, el consumidor masivo, vulnerado con la desinformación. Sólo repite la voz del amo en medio de su ignorancia. Afortunadamente, hay una masa crítica de lectores y consumidores de televisión que ha levantado su voz para exigir un mínimo derecho, el de estar justamente informado, de no ser manipulado y vulnerado con el engaño.

Nuevas generaciones de periodistas han puesto en marcha campañas paralelas, cuya fuerza se suma a las anteriores y colaboran a generar una visión y conciencia más crítica de los medios. Una de estas acciones, impulsada por la Red de Medios de los Pueblos, apunta a revelar la máquina mediática-institucional que criminaliza la legítima protesta social. Tal como durante la dictadura, los medios juzgan y condenan, organizando el espectro social bajo una sola y muy sesgada visión. En las coberturas de prensa de TVN, Canal 13, El Mercurio y La Tercera , denuncian, no se investiga ni se da tribuna a los sectores movilizados y es frecuente el uso arbitrario de calificativos como “criminal”, “delincuente”, “antisocial” y “terrorista” para referirse a manifestantes y activistas. El trato a los comuneros mapuches y a grupos de jóvenes antisistema es elocuente.
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Los medios concentrados y fundidos con los intereses políticos y económicos se han convertido en un poder ubicuo que sólo responde a aquellos intereses y a sí mismos. Si hay alguna salida, ésta pasa por el desarrollo de una conciencia crítica que nos permita enfrentarnos a la manipulación y la ignorancia.
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