Por Hugo Fazio
Recién en el último día de noviembre, el Gobierno envió al Congreso el proyecto de ley que reajustaba las remuneraciones del sector público a regir desde diciembre, proponiendo un aumento nominal de 3,7%, que en términos reales significaba aproximadamente un 0,5%, el mismo porcentaje formulado desde un comienzo y que fue reiteradamente rechazado por las organizaciones sindicales. Es primera vez en dos décadas, o sea desde el término de la dictadura, que el trámite excede los primeros días del último mes del año, cuando debe estar en aplicación durante diciembre. Además, el Ejecutivo se negó tajantemente a vincular el monto del reajuste a poner fin a los despidos de funcionarios a contrata y honorarios cuyos compromisos laborales cesan al finalizar el año, con el agravante que no cuentan con mecanismos de indemnización por años de servicio y seguro de cesantía. Según cifras de la Dirección de Presupuestos el personal a contrata llegó en junio a 100.809, casi un 50% del total. Los trabajadores del sector público, a la fecha indicada, eran 203.004. La iniciativa fue enviada por el ejecutivo con discusión inmediata intentando reducir así al máximo cualquier debate en el parlamento. Es la nueva forma de gobernar.
El presidente de la Anef, Raúl de la Puente, expresó que el no acuerdo con las organizaciones sindicales “también comprueba el rechazo de los funcionarios públicos a un reajuste menor que el del año pasado y en un contexto absolutamente diferente, en tanto el año pasado era época de crisis y ahora hay crecimiento positivo. Es inconsecuente – añadió – que terminado recién un proceso de calificaciones, no se renueve el contrato a personas bien calificadas”. Al menos, concluyó, el planteamiento de los trabajadores es que “el porcentaje sea mayor a 5%, porque si hay crecimiento económico (…) los trabajadores debemos ser partícipes de ello”.
El Gobierno llevó todo el proceso de negociación con las organizaciones sindicales sin buscar acuerdo, actuando con el criterio expresado por Cristián Larroulet que “el debate político se produce en el Parlamento, (…) el ejercicio democrático – enfatizó – es, que las diferencias se resuelven entre los parlamentarios”. Pero tampoco buscó una salida en la Cámara de Diputados, por donde ingresó el proyecto suponiendo que, como en oportunidades anteriores, conformaría una mayoría. Esta táctica ya no partió bien en la comisión de la Hacienda de la Cámara de Diputados al recibir los votos en contra de la Concertación y del independiente Miodrag Marinovic. Frente al rechazo, Larraín insistió en su criterio: “cuando se dice que es un reajuste exiguo, pequeño o mezquino, creo que primero hay que mirar las cifras que son clarísimas: estamos dando – recalcó – 1,7% real”.
El ministro efectuó un rebuscado cálculo para llegar a esta cifra, cuando matemáticas elementales muestran que el reajuste real de aprobarse ese porcentaje habría sido mucho menor. Si al reajuste nominal (3,7%) se le resta la inflación acumulada desde el anterior reajuste estimada en más de un 3%, el incremento real resulta aproximadamente de medio punto, o sea $500 por cada $100.000 de salario, algo más de un pasaje del Metro en horario punta. Incluso, diputados de la Alianza – mostrando el aislamiento en que quedó el gobierno – instaron al Ejecutivo a efectuar un “esfuerzo adicional”, que para Joaquín Godoy, de Renovación Nacional, es acercarse a un incremento del 5%. La postura del Gobierno tensionó al extremo el proceso de aprobación del reajuste.
Al día siguiente, el Ejecutivo en la sala de la Cámara de Diputados pretendió aprobar la ley aumentando la cifra del reajuste nominal a 4,2%, porcentaje que los dirigentes sindicales ya se lo habrían rechazado antes de remitir al parlamento su propuesta. La sesión, según la versión del diario La Tercera, “fue monitoreada muy de cerca por el presidente Sebastián Piñera”. Un 4,2% en términos reales representa apenas un 1%. De esta manera forzó una situación inédita que la Cámara de Diputados rechazase la iniciativa. Esta situación se produjo al pretender aprobar un reajuste en contra de la opinión mayoritaria del Congreso. Larraín insistió en estimar el alza real a darse considerando la inflación en doce meses a octubre, desfigurando en consecuencia la estimación.
“Es la primera vez – recalcó el presidente de la Anef – que vemos un proyecto rechazado, en general, en la Cámara y con esto el gobierno se ha llevado una derrota que hace ver que este reajuste es absolutamente insuficiente”. Además, Raúl de la Puente, denunció que “se está haciendo una verdadera razzia de despidos en la administración pública”. Por tanto, nunca se buscó llegar a un acuerdo con las organizaciones sindicales como tampoco reintegrar a funcionarios ya despedidos que contaban con buenas evaluaciones. A los despidos en la administración pública se suman las políticas de retiros de trabajadores efectuadas por Codelco y Enap. Esta última se propone reducir en un 15% la dotación de su planta, una parte de los cuales no serán renovados y otros externalizados, aumentando así la precariedad del mercado laboral.
La evolución general de remuneraciones reales por hora del Instituto Nacional de Estadística en el medio año transcurrido entre abril y septiembre, si se comparan con igual lapso de 2009, experimentaron un mejoramiento de apenas 2%, con todo superior a lo ingresado como reajuste general al parlamento. Este bajo incremento fue influido por la mantención durante varios meses como consecuencia de la recesión de altas tasas de desempleo. La huelga del sindicato de conductores del Metro se produjo a su vez por el rechazo de la administración de la empresa a un reajuste real anual de sólo 1,5%.
El crecimiento en doce meses del producto está sobre 5%. El ingreso nacional, que es lo percibido por los factores productivos al participar en el proceso de producción, es algo menor. Por tanto, si las remuneraciones – que es la retribución al factor productivo trabajo – crece en los bajos porcentajes señalados, se produce una distribución del ingreso altamente regresiva, favoreciendo en especial a intereses económicos minoritarios. En la actitud del Ejecutivo incide su política, expresada explícitamente cuando se discutió la ley de presupuesto 2011, de acotar el gasto público. En los hechos, la demanda de los trabajadores choca contra esta política. Desde luego, tratar de limitar el gasto público con cargo a los trabajadores fiscales tiene una incidencia marginal. Si quiere resolver el déficit fiscal estructural el Ejecutivo tiene la posibilidad de hacerlo con medidas realmente trascendentes como la de retener para el país las ganancias excesivas que nuevamente están obteniendo los consorcios cupríferos privados.
El rechazo en la Cámara de Diputados volvió a expresar desavenencias entre el gabinete y sectores de la Alianza. Mientras los ministros Larraín y Larroulet se mostraron partidarios de demorar la reposición de la iniciativa en el Senado, intentando crear la imagen de que no habría reajuste por responsabilidad de quienes votaron en contra, senadores de la Alianza presionaron para el reenvío inmediato. La discrepancia fue resuelta directamente por Piñera, quien entendió que la incertidumbre se transformaría en un costo para el Ejecutivo, pronunciándose por la discusión inmediata.
La discusión sobre el reajuste se efectuó cuando se conocieron los resultados de las sociedades durante los primeros nueve meses del año. Un ranking confeccionado por el Diario Financiero con los resultados de 514 empresas estableció un aumento de 50,12%, en relación con los mismos meses del año anterior. Si se comparan esos resultados con los aumentos salariales se puede tener una visión de cómo la brecha distributiva del país se va ampliando. Entre las sociedades con mayores utilidades destacan, desde luego, las de la minería cuprífera, por la fuerte variación experimentada en la cotización del metal rojo y el saqueo al que someten al país los consorcios privados dominantes en el sector. Igualmente, experimentaron un elevado crecimiento las sociedades comerciales, favorecidas por la revaluación del peso, los holdings vinculados al auge en el precio de la celulosa y las instituciones bancarias que lucran con las tasas de interés que les cobra el Banco Central, las cuales tienen enormes diferenciales con los promedios que piden por sus préstamos.
Entre las mayores utilidades figuran los tradicionales principales grupos económicos del país, capitales extranjeros y los bancos más grandes. En un hecho que representa mucho figura también una empresa de papel donde se encuentran recursos del presidente de la República, índice de las elevadas ganancias que obtuvo en las ventas accionarias que efectuó en el período.
La coincidencia en el tiempo de estos hechos nos muestra el gran abismo distributivo que se produce en el país. Igualmente desnuda la realidad que se vive durante el primer año de gestión por parte de Sebastián Piñera.
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