Quién lo inició, no lo sé, pero de repente todos comenzaron a hablar de lo mismo y decir lo mismo, con las mismas palabras, en un mismo tono y a un público que parece contentarse con que le repitan lo mismo.
En su discurso inaugural, Piñera sentenció: “Chilenas y chilenos… queridos compatriotas… amigas y amigos… Cada generación tiene una misión y un desafío. Qué duda cabe. La nuestra será reconstruir Chile”. A lo cual, días después, Lagos Escobar replicó: “El terremoto es una oportunidad para unirnos y dar un nuevo impulso al país que todos queremos. No fallemos ahora en esta gran tarea del Bicentenario”.
Bachelet, cuando le tocó su turno, también se explayó, muy en su estilo, igual a sí misma: “Se están haciendo los análisis y planteamientos sobre qué tipo de país vamos a reconstruir; y yo he escuchado frases súper generales y estamos todos de acuerdo en que tiene que ser mejor que el anterior. Pero, ¿de qué estamos hablando? Y aquí quiero hablar del tipo de abordaje al que yo he llamado `reconstrucción humana´. Y que es que cualquier reconstrucción tiene que hacerse con la gente”.
Uno lee o escucha estas intervenciones y, en verdad, no sorprenden. Personajes tan previsibles
no atinan más que a confirmarnos que siguen en pie, sobrevivieron intactos. Piñera tiende a hablar y dirigirse en triplicado –tic que puede que se le haya agudizado después del terremoto– quizá porque se sabe de baja estatura y necesita “empinarse” verbalmente a pesar de sus lugares comunes. En cuanto a Lagos, no es raro que repita esa palabreja –“oportunidad”– tan socorrida en estos días. Lagos siempre aspira a ser mainstream progresista pero, en el fondo, lo suyo es más bien un afán pedagógico algo demodé; por lo visto, el Bicentenario sigue siendo una obsesión personal, y a la hora de llamar a la acción sólo asigna “tareas”. Lo que es Bachelet, ese “súper” suyo, espontáneo y horizontal, es lo que esperamos de ella, también el que califique su propuesta de “reconstrucción humana” como un “abordaje”, una acción combativa; es que se nota que aunque se haya desprendido de la banda presidencial, aún no se saca el casco.
Pero no son los únicos que hablan así, fielmente sintonizados consigo mismos. Hernán Somerville en la sección “Pulso del Mercado” de La Segunda (tengo entendido que desde Shanghai), aprovecha la ocasión para dejar caer, como si no quiere la cosa, su correspondiente aviso publicitario: “El terremoto pasa a ser una oportunidad legislativa para sacar temas que estaban dando vuelta por años y que ahora pasan a ser críticos. El terremoto es una oportunidad de simplificarle la vida a los bancos para otorgar más créditos”. En otras palabras, ayudémonos mutuamente: ustedes se siguen endeudando y nosotros seguimos con nuestro lucrativo negocio. Déjenos hacer, déjenos pasar.
Eso en el polo derechista del post-oportunismo. Lo que es en la vanguardia zurda, ni tonta ni perezosa, también saben aprovechar la ocasión para levantar su cabecita morocho teñida. Un nuevo grupo recién estrenado en la red virtual –www.solucionnuevochile.cl– además de proponerse como la salvación del país, llama a “plantear una alternativa real al proceso de reconstrucción”. Bajo el lema “Creer, crear, poder” (tácticamente omiten el adjetivo “popular” presumo para no aparecer demasiado nostálgicos), proponen un frondoso ramaje con “formación de base”, “capacitación”, “grupos de CONEXIÓN y ACOMPAÑAMIENTO [así con mayúsculas]”, abocados a “las tareas [dale con las tareas] de construir un nexo permanente entre estudiantes y profesionales con los vecinos y vecinas organizados en su localidad… Queremos jóvenes con hambre y sed de justicia, los que elegirían la píldora roja para ver de qué está hecha la matrix, y destruirla… Se busca jóvenes valientes que usen su hemisferio derecho y la intuición mamífera de los afectos y las grandes causas. Se buscan Neo estudiantes, que acompañen a viejos Morfeos para unidos vencer la apatía, el cartuchismo y la desinformación. Queremos encontrarnos
Nunca como ahora la vieja tacha de “organización de fachada” les viene tan bien. Son los mismos,
Un amigo, siempre muy bien interiorizado de lo que pasa y quien acaba de llegar de Concepción y Talcahuano, me cuenta que la situación es inimaginable desde aquí en Santiago. La tierra literalmente se les movió, hay grietas “geológicas” en los caminos y en el asfalto; las marcas de agua les recuerdan hasta donde llegaron las cuatro olas. En las industrias están todavía limpiando escombros y aún no se sabe el dictamen de las compañías de seguros, es decir, con cuánto cuentan para recuperarse. Las pesqueras ya comenzaron a emigrar, los niños no van a las escuelas (600 mil en todo el país). El polvo lo cubre todo. No quieren saber más de soluciones de parche; saben que en Chile lo provisorio es siempre definitivo. Detestan al gobierno saliente, en especial a la Bachelet (no le creen a los encuestólogos), y son escépticos respecto del actual aunque hayan votado por él. Viven bajo ocupación militar con todo lo que eso significa. Y si llegan a saber de estas nuevas iniciativas, tipo “Solución Nuevo Chile”, se ahorrarán palabras y les pegarán –merecido o no– un tiro.
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