Durante muchos siglos el proceso de decretar los principales acontecimientos de la historia se ha elaborado sobre los hitos bélicos y económicos, resultando la cultura en una posición relegada de
dicha composición. Sería no obstante muy, pero que muy valioso, interpretar de alguna manera la historia desde los influjos sociales de los hábitos culturales.
La tarda maduración de las grandes civilizaciones y la presurosa precipitación de alguna de ellas deberían movernos a recapacitar sobre la influencia de la vida intelectual en la perfección de las comunidades sociales.
En paralelo a como el hombre es según su razón, las civilizaciones subsisten como tales y ejercen su influjo por la medida de su desarrollo intelectual. Sólo las comunidades intelectualmente ricas cuando han sido vencidas por las armas han asumido el valor de pesar concluyentemente sobre el pueblo invasor. Ejemplo de ello nos da la civilización griega y su amplia influencia sobre la cultura romana.
El acontecer político actual no es ajeno a esta impronta de evolución de los pueblos y anima a que se prospeccione en los parámetros culturales para observar si del proceso de intelectualización se puede deducir un esperanzado futuro para la sociedad.
Algunas de las conclusiones comunes de los análisis sociológicos sobre el grado de potenciación intelectual del mundo son:
La tarda maduración de las grandes civilizaciones y la presurosa precipitación de alguna de ellas deberían movernos a recapacitar sobre la influencia de la vida intelectual en la perfección de las comunidades sociales.
En paralelo a como el hombre es según su razón, las civilizaciones subsisten como tales y ejercen su influjo por la medida de su desarrollo intelectual. Sólo las comunidades intelectualmente ricas cuando han sido vencidas por las armas han asumido el valor de pesar concluyentemente sobre el pueblo invasor. Ejemplo de ello nos da la civilización griega y su amplia influencia sobre la cultura romana.
El acontecer político actual no es ajeno a esta impronta de evolución de los pueblos y anima a que se prospeccione en los parámetros culturales para observar si del proceso de intelectualización se puede deducir un esperanzado futuro para la sociedad.
Algunas de las conclusiones comunes de los análisis sociológicos sobre el grado de potenciación intelectual del mundo son:
1. Desigualdad manifiesta entre el grado de cultura de las metrópolis y el resto de la población.
2. Restricción de la difusión del saber a unas pocas lenguas.
3. Desvalorización de la vida intelectual frente al consumo.
4. Edonización de la cultura.
5. Despersonalización de los referentes intelectuales.
Como simple formación de la realidad en que vivimos alcance enumerar como el mayor tráfico en Internet es superficial y frívolo; cómo los medios informativos ofrecen muchísima más información deportiva que de arte, cultura o formación; de qué manera la violencia amoral se ha adueñado de la cinematografía, videojuegos, libros, etc.
¿Qué espacio ocupa, por ejemplo, en la venta de libros los ensayos intelectuales o creativos? ¿Qué referencias de razón intelectual ofrecen los políticos?
Desde la segunda mitad del siglo XX la intelectualidad ha sido paulatinamente desplazada por la
técnica al servicio del consumo. De este modo la persona sin apreciarlo se va volviendo máquina, o sea, responde a los impulsos sensoriales de acuerdo a una programación exterior planeada. Esta forma de obrar supone de hecho la ofuscación de la facultad de la libertad, que como todo hábito intelectual precisa del ejercicio para consolidar su dominio.
El proceso de desintelectualización del mundo desarrollado no sería tan trascendental si no fuera por el influjo directo que está ejerciendo sobre las nuevas generaciones de migración que en pocos años constituirán la población decisoria de las democracias occidentales.
El peligro que acecha en las próximas centurias es muy similar a la barbarización de la Europa postromana. Una alta Edad Media anodina y oscura que postergó el progreso cultural cerca de diez siglos.
El proceso de penetración de la migración en el mundo más desarrollado constituirá una de las marcas del nuevo siglo. Si la sociedad de acogida no se encuentra suficientemente motivada para
El proceso de desintelectualización del mundo desarrollado no sería tan trascendental si no fuera por el influjo directo que está ejerciendo sobre las nuevas generaciones de migración que en pocos años constituirán la población decisoria de las democracias occidentales.
El peligro que acecha en las próximas centurias es muy similar a la barbarización de la Europa postromana. Una alta Edad Media anodina y oscura que postergó el progreso cultural cerca de diez siglos.
El proceso de penetración de la migración en el mundo más desarrollado constituirá una de las marcas del nuevo siglo. Si la sociedad de acogida no se encuentra suficientemente motivada para
la conservación y trasmisión de los hábitos intelectuales, razón y juicio, la difusión se hará muy escasa, pues la atención del inmigrante no se fijará más que en lo que se le ofrece como más relevante en la nueva sociedad, y si ello es el consumo vacío de ideas, se trasformará en perfecto objeto de mercado, pero de alguna manera se estará rompiendo la cadena de la inquietud intelectual que se supone como fundamento de todo desarrollo.
Como una nueva reedición de la caída del imperio cultural romano, décadas de relajamiento intelectual pueden trasformar la sociedad entera, en la que, aun conservando las estructuras de la técnica del saber, la capacidad para la intuición creativa necesaria a todo progreso del pensamiento quede relegada al más puro abandono.
Todo el proceso intelectual, que constituye la base de la libertad humana, está construido en base a la capacidad de la ponderación de la razón sobre la conjugación de los actos propios en el universo moral. De la desintelectualización se sigue el acomodo a la rutina y la ausencia de toda filosofía de vida. Sin espíritu y capacidad crítica ¿qué porvenir le aguarda a la humanidad?
Como una nueva reedición de la caída del imperio cultural romano, décadas de relajamiento intelectual pueden trasformar la sociedad entera, en la que, aun conservando las estructuras de la técnica del saber, la capacidad para la intuición creativa necesaria a todo progreso del pensamiento quede relegada al más puro abandono.
Todo el proceso intelectual, que constituye la base de la libertad humana, está construido en base a la capacidad de la ponderación de la razón sobre la conjugación de los actos propios en el universo moral. De la desintelectualización se sigue el acomodo a la rutina y la ausencia de toda filosofía de vida. Sin espíritu y capacidad crítica ¿qué porvenir le aguarda a la humanidad?
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