BUSQUEDA DE LA PAREJA IDEAL

Posted by USO DE LA CONCIENCIA On jueves, 7 de enero de 2010 0 comentarios

Hace pocos días escuché una entrevista a la Dra. Fernández donde manifestaba las diferencias fisiológicas que se aprecian en la constitución cerebral del hombre y la mujer. A la pregunta del periodista sobre si no eran sorprendentes esas diferencias de cierta importancia, como algunos científicos han revelado, la doctora contestó indicando que las diferencias corporales entre los dos sexos son tan manifiestas que no debe sorprender que los sistemas neurológicos presenten diferencias en su estructura funcional. De las investigaciones realizadas parece concluirse que las conexiones cerebrales del hombre y la mujer se configuran de modo algo distinto, siendo en los primeros de un modo más estratificado o sectorial y en las segundas más universal. En los varones se generaría una conexión ordenada primariamente por la interconexión celular a nivel de cada lóbulo y secundariamente entre los distintos lóbulos, mientras que en la mujer la relación funcional entre lóbulos está en un orden muy próximo a la interconexión interna lobular, lo que les confiere una dinámica en el pensamiento más universal en el procesamiento inmediato de los inputs de acceso. Los hombres mantendría algo similar a unos compartimentos de procesado en la mente, mientras que la mujer su mayor interconexión le proporcionaría un procedimiento más global.
En el fondo no estaríamos hablando sino de un variable en el método de procesamiento, algo similar a si se ejecutaran programas diversos para el análisis de la información. Esa distinción genérica estaría genéticamente establecida entre las otras muchas que configuran la distinción corporal de ambos sexos. La conformación de la especialidad genérica de sexos en los seres vivos parece construida en torno a la complementariedad, algo así como si del conjunto de dos diversos se alcanzara un objeto mejor para el desarrollo de la especie. Ello es lo que justificaría que desde seres asexuados se haya desarrollado una distinción de sexos por la especialización de determinadas funciones fisiologícas. Hemos de apostar por que la naturaleza progresa en el eje del tiempo y que las mutaciones celulares habidas en la especialización orgánica se realizan para la perfección del ser. Si esto es así, tendríamos que admitir que la diferenciación sexual, con lo que conlleva de distinción, constituye un bien para la especie humana y ese bien se conjuga desde la complementariedad de los géneros masculino y femenino y no desde su oposición. De alguna manera, se podría admitir como tesis de la evolución existida el que cada uno de los géneros se reafirma en su especialización orgánica para, complementada por el otro, mejor servir a la pervivencia de la especie. Desde estos planteamientos se puede seguir la consideración de que la distinción orgánica cerebral que modula la mente de hembra y varón debe tener una finalidad positiva para la convivencia, algo que debería iluminar el modo de concepción de la vida en pareja.
En principio, la diferenciación de las mentalidades masculina y femenina constituye un escollo para la mutua comprensión, porque la distinción introduce en la personalidad un factor de diferenciación que espontáneamente produce tendencia de no asimilación y por tanto cierta perplejidad ante un forma extraña a la habitual del lenguaje del propio pensamiento. No obstante, esa diferenciación puede ser asimilada por la razón, porque aunque la respuesta mental no sea la espontánea esperada la reconoce como posible y compatible al propio sistema. Rasgos de la personalidad diferenciada entre los sexos se han apreciado desde muy antiguo, como, por ejemplo el de la intuición femenina. Esa capacidad adjudicada

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